Philippe Dubois señala que en el acto fotográfico se corta en lo vivo para perpetuar lo muerto, que en el momento de actuar sobre el disparador, se decapita el tiempo para embalsamarlo y así, preservarlo de su propia pérdida. Esa imagen fotográfica entonces mostrará un tiempo para siempre, salvando la desaparición –del tiempo- haciéndolo desaparecer.
Hay una especial relación entre la fotografía, el tiempo y la muerte, una imagen fotográfica responde a aquello que ha sido y ya no es más. Al contemplar una foto descubrimos un tiempo congelado y eterno, un tiempo desaparecido y vacío.
En esta colección de objetos, Hugo Masoero interroga a la vida apelando a la muerte, presentándola descarnadamente en las fotos de los álbumes de las familias Vignuda y Masoero. Nada de lo que vemos existe hoy: ni los niños, ni los ancianos, ni los carros.
Los marcos de estas fotos ya no son rectangulares ni de madera, sino máquinas descompuestas y obsoletas –relojes- que ordenaron la vida de casi cien personas, a quienes les permitieron llegar a tiempo a un trabajo o tarde a una cita, perdiendo un amor.
La reflexión que nos propone el artista con su obra es: ¿cómo vivimos para morir?